¿Cuáles son las supersticiones y manías de los toreros?

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Aunque el político y escritor Edmund Burke sostenía que la susperstición era la religión de las mentes débiles, también supone un pequeño alivio para el matador que va a salir a jugarse la vida en el ruedo. En el fondo, todas estas supercherías taurinas son compresibles e, incluso, simpáticas.

El amarillo

La superstición más común es la ligada al amarillocolor de la fatalidad. Es por eso que los toreros evitan vestirse de amarillo a toda costa, e incluso se enfadan si, entre el público, alguien ha elegido una prenda de este maldito color. El odio al amarillo, en realidad, nació en el siglo XVII cuando Moliére murió el día en que vistió un ropaje amarillo en plena representación teatral.

Paso a la capilla y como pisar el ruedo

Sean creyentes o no, antes de comenzar el paseíllo, casi todos los toreros pasan por la capilla de la plaza, para santiguarse, rezar o dejar una estampita sobre el altar. También es frecuente que muchos lleven medallas, pulseras o amuletos, religiosos o paganos, que cuidan de ellos y alejan el mal fario.
Determinados toreros prefieren pisar el ruedo por primera vez con el pie izquierdo, otros con el pie derecho, otros los arrastran, y otros dibujan una cruz sobre la arena. Algunos evitan, además, pisar las líneas blancas del tercio y, para ello, dan una zancada más larga. También es frecuente que toquen la madera del callejón, o que la besen con la mano, justo antes de iniciarse el paseíllo.

Brindar un toro

Cuando brindan un toro al público y lanzan la montera al aire, todos los diestros prefieren que caiga boca abajo (señal de buena suerte) porque, si cae boca arriba, la posibilidad de que suceda alguna fatalidad aumenta en el corazón de los supersticiosos. Sobre la montera, por cierto, existe otra gran manía: los toreros se ponen de los nervios cuando alguien la coloca encima de la cama. Es una catástrofe asegurada.
Podríamos seguir eternamente con el listado porque, a las manías generales, hay que sumar las particulares de cada matador. ¡Para rarezas… toreros!

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